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Del campo y su gente...





Mi madre vivía en la Cordillera de la 7ma Región. Arriba, arriba en la cordillera. Tanto así que para llegar al pueblo más cercano tenían que decidir si andaban 2 días a caballo hacia un pueblito en la Argentina o dos días hacia Molina, acá en Chile.

Ella siempre me cuenta que sus noches eran las noches más linda que jamás volverá a ver. Dice que las estrellas parecen luciérnagas. Que si estiras un poquito más los brazos, vas a poder sentirlas. Que el agua es tan pura porque viene de los deshielos de los nevados. Que en el Invierno, si te quedabas quieto era probable que te murieras congelado. Que cuando venía la temporada de trilla, mi abuela le ponía el vestido más bonito y sus hermanos mayores la subían a los caballos y ella se sentía la niña más feliz del mundo, ahí en medio del paraíso.

También me decía que en el campo se acostumbra a saludar y a recibir al "afuerino" y al pariente de la misma forma: con cariño, con comida y con bebida. Me cuenta que a veces en las noches, sentían caballos galopando hacia la casa. Mi abuelo salía a mirar, los sentía conversar y luego que abría la bodega y volvía a la casa. Cuando preguntaba quién era le decía que se durmiera porque era un "afuerino perdido", pero ella estaba segura que alguien había ahí, encerrado. Cuando más grande se enteraría que mi abuelo en realidad ayudaba a los "afuerinos" a pasar la noche, a aprovisionarse y a ponerlos en la ruta apenas aclaraba. Cientos de afuerinos que nunca supieron su nombre ni él preguntaba el de ellos. Afuerinos que escapaban de la muerte y que mi abuelo los llevaba a la nueva vida que los esperaba más allá de la frontera.

Mi mamá es de esas mujeres que fueron criadas en la pureza misma, con amor y alegría a su alrededor. Con Inviernos crudos y Veranos llenos de canciones de los curas que iban a pasar sus vacaciones a este Valle curicano. Es más, ellos le pusieron a ese sector "El Valle" e iban todos los santos años a hacer el catecismo, a cantar a la trilla y a comer como malos de la cabeza.

Me cuenta que su mayor placer era escuchar los especiales de canciones que había en la radio. Ahí, en medio de la noche ella soñaba con príncipes azules, con sapos besucones y con 4 chascones del otro lado del mundo que ponían a las chiquillas histéricas. Siempre me acuerdo de su relato de cuando el hombre pisó la luna: estaban afuera de la casa mirando, mi tío Gustavo decía que ahí se veía clarito, miren anda peinado a la izquierda. El tío Aarón le pegaba un cachetazo y le decía: adonde la viste si está pelado, de aquí lo veo! Y cuando dijeron que ya habían pisado suelo lunar, el tío Gilberto les dijo: corran, miércoles que se nos cae la luna!! Todos salieron corriendo, menos mi madre que se cayó y quedó llorando con ataque porque se le iba a caer la luna encima.

Cómo olvidar la historia de Amor de mi tío Gilberto: año tras año, durante la trilla él miraba boquiabierto a la señorita que tan maravillosamente tocaba la guitarra. Daba unos paseos a caballo y le mostraba la manta tan bonita que mi abuela le había telado, pero la señorita no lo miraba ni le hablaba. Cuando él creía todo perdido, después de 3 coquetos años de trilla, una tarde mientras trabajaban en el huerto sintieron el galope de un caballo. No podían ver entremedio de la polvareda que traían, pero por un huequito de luz pudieron divisar a la cantarina que venía a todo tranco. Mi tío dice que el corazón se le iba a salir del cuerpo y cuando creía que le iba a hablar, ella parte directo a conversar con mi abuelo, quien se agarra la cabeza y pega una risotada que me parece estar oyendo. Mi tío no entiende qué miércoles pasa y en eso aparece mi abuelo y la cantarina, que le dice: "Oiga, tanta vuelta y tantos años esperándolo, pero yo mucho tiempo no tengo ni quiero seguir perdiendo, así que vine a decirle a su Paire que nos dé permiso porque este Domingo cuando termine la trilla nos vamos a casare". Dice mi mamá que la fiesta de matrimonio duró 3 largos días, pero el amor de mi Tío Gilberto y de la Tía Lala duró hasta hace unos 13 años, cuando ella se fue de este mundo dejando al amor de su vida sumido en el más triste dolor.

Así son las historias de mi madre, de penas, de humor, de alegrías y de simplezas dignas de un libro a todo lujo. Así son las historias del campo y del huaso chileno. Por eso me molesta infinitamente cuando hablan de "los huasos" en forma despectiva, como si fueran una sub raza que debiera ser pisoteada o exterminada. Los huasos, los verdaderos huasos son esos que se levantan al alba, que ensillan el caballo y parten al campo con la picota a trabajar la tierra. Con el hacha a cortar el árbol y picar la leña. Los huasos son una especie que va en extinción. Los huasos son respetuosos de las "señoritas y de las señoras" porque de ellas vienen y de ellas son. Los huasos son atentos con los afuerinos, porque todos somos afuerinos en esta tierra. Los huasos son como mi abuelo, hombres de palabra y de tierno corazón, que sin importar el color, el dinero, ni la hora atendían al que estuviera en peligro aunque eso les costara la vida.

Mi abuelo fue un gran hombre, un hombre grande, con un corazón de oro que se casó dos veces: con la hermana grande y cuando ella lo dejó viudo y con 5 hijos, se casó con la hermana chica, mi abuela, pero que amó a las 2 de formas iguales. Que a sus 7 hijos educó con firmeza y con ternura. Que les enseñó que el respeto a la madre y a la tierra eran por igual. Que en el Invierno se aprovisiona y que en el verano se comparte. Que la vida era valiosa, pero él no fue capaz de vivirla sabiendo que tenía una enfermedad dolorosa y mortal. Mi abuelo se levantó una mañana, fue a los dormitorios y se despidió de las hijas y de su mujer. Cargó la escopeta y se fue a trabajar al campo. A mediodía lo encontraron, luego de haberlo buscado toda la mañana para que fuera a tomar su "chupilca". En la bodega estaba su cuerpo, inflado como una rana dice mi mamá.

Esa mañana, dice ella que le vió un brillo distinto a sus ojos, que su beso de adiós fue más largo que de costumbre. Pero nunca nadie imaginó que esa mañana mi abuelo había decidido tomar el veneno que usaban para matar a los leones. "Estricnina" decía la botella que se llevaron "los patrones" y que botaron en un barranco para que nunca se supiera que mi abuelo se había suicidado y que los curitas no le fueran a negar la misa fúnebre.

Mi abuelo se fue una mañana dejando a mi abuela sola, a mi madre y a sus hijos absolutamente tristes y sin saber qué iba a ser de sus vidas de ahora en adelante. Mi abuelo se fue una mañana dejándome a mi sin sus abrazos cariñosos, sin sus piernas grandes tan grandes que llegan a tocar el cielo, sin sus paseos a caballo, sin sus consejos de viejo de campo, sin sus besos, sin saber nunca lo que es tener un abuelo... pero siempre van a quedar sus palabras en mi cabeza: "No hay Clara que no sea Puta, empezando por mi hermana"....

8 comentarios:

Pilar 12 de abril de 2012, 15:20  

Hermoso relato Clarita, esa es la gente que falta en Chile.

Un abrazo.

Clarita 12 de abril de 2012, 17:34  

Gracias Pili! Seguimos traspasándoles parte de esas tradiciones a nuestras hijas. Esperamos que muchos sigan haciéndolo para mantener vivo el espíritu del campo.

María José 12 de abril de 2012, 17:50  

Me hizo llorar. Este post me llega directo al corazón Claritz. No sé si sabías pero yo viví en el campo hasta los 8 años. También me molesta mucho cuando se usa la palabra "huas@" peyorativamente siendo que la gente del campo es buena del alma.
Voy a copuchar más por este lugar de las mamás normales. Gracias por el dato.

Maco.

Clarita 12 de abril de 2012, 18:35  

Gracias Maquito!! La idea fue volarme hablando de mis "antepisados" como dice la Almendra. Ya se vendrán más, porque soy nieta de huasos e hija de Camionero... tengo un montón de historias!! jaja.

Paula Daniella 12 de abril de 2012, 19:15  

Un beso, un abrazo... las palabras aqui sobran

Clarita 12 de abril de 2012, 19:23  

Linda!!! y las correcciones sobran también... jajaja... Loviú pequeña.

Anna 12 de abril de 2012, 23:05  

Qué lindo relato, Clarita. Sé muy bien cómo es la vida del campo porque toda mi familia desde allá...
Huasa renguina y a mucha honra!
Cariños

Clarita 13 de abril de 2012, 6:30  

Gracias Xi!! Historias del campo y su gente hay un montón. Siento que hay que repartir el orgullo del campo.

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